En familia
Después de la cena, los cinco niños se pusieron a jugar al pilla pilla. Corrían, saltaban, se empujaban. Hasta que uno de ellos cayó sobre el árbol de Navidad y la bolita roja con purpurina dorada se desprendió. En un santiamén, estaba hecha pedazos. La abuela Martina llegó con la escoba, recogió los restos esparcidos por el suelo y colocó el espumillón para tapar el hueco. “Ni se nota”, dijo sonriente. En ese instante, el reloj de pared comenzó a sonar y se detuvo en la décima campanada. “Hora de dormir”, avisó el abuelo Julián. Ellos protestaron. Era muy temprano y no tenían sueño. Pero sabían que los Reyes Magos no vendrían si seguían despiertos. La abuela Martina les acompañó a la planta de arriba donde habían instalado sus camas. Les contó un cuento y no se marchó hasta asegurarse de que todos estaban dormidos. Por fin, había llegado el momento. El anciano sujetó con ternura las manos de su mujer y las besó. Se sentían nerviosos. Nerviosos y felices. Sacaron de sus ...