Circe se equivocó
Qué vergüenza. Con esa pelusilla en el
labio superior y lloriquear. Menos mal que su madre y sus hermanas creen que es
valiente. “Volveré a rescataros”, les dijo. Como si fuera posible traer la
lluvia a esas tierras desérticas. ¡Pero ha pasado tanto miedo hasta llegar a la
costa! Y ahora, en alta mar, incluso es peor. Aunque venía prevenido por la
hechicera de la aldea, no se esperaba esto. Ella le habló de cantos de sirenas
y no de los ¡plof! que, a veces, escucha durante la noche. Son cuerpos que caen
al agua. Siempre los más débiles. Por eso, cuando le vence el sueño, se amarra
al bote. No se fía. Lo de las sirenas, piensa, sólo son cuentos. Hasta que un
día, le despiertan sus voces. Las trae el viento desde muy lejos. Y son tan
bellas que no se puede resistir. Como no consigue desatarse, pide ayuda a sus
compañeros. Enseguida le quitan las cuerdas y lo arrojan por la borda. Nada
guiado por la melodía. Nada sin parar. Exhausto. Hasta que distingue sus colas
sobre la arena de una playa: verdes, rojas, azules… Un último esfuerzo y
alcanza la orilla. Antes de desmayarse, reconoce la canción de Beyoncé que
llega desde el chiringuito.
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