Me negarás tres veces

La humedad de tus labios hizo crecer el musgo en mi piel. Pero se estaba secando. Por eso vine a buscarte a la ciudad. Tus hermanos y tus padres volvieron al cortijo después del verano. Tú no. Tú seguías en Estados Unidos, con la memoria llena de míasí lo dijiste en tu despedida.

Me enteré por mi madre de tu regreso y conseguí acudir a tu fiesta sorpresa. Apareciste a la vez que la noche. En cuanto te sentí, me abalancé a la puerta. Tú, en cambio, ni siquiera te fijaste en mí. Entraste con esa rubia americana ansioso por presentarla a la familia. Volviste a ignorarme cuando te ofrecí algo de comer. Y otra vez al pasar junto a ti con las bebidas. Abandoné la bandeja en un rincón. Allí quedaron algunas copas llenas, la cofia que llevaba y mi inocencia. Al salir, oí cantar a un gallo. Y nadie me  lloró.

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