Premolar

 Las almohadillas amortiguan sus pasos a lo largo del corredor. Nadie lo ve. Entra en la habitación de Antonio, que descansa ovillado a un lado de la cama. Extraña visita, piensa. En los otros dormitorios que frecuenta, la curiosidad se desparrama entre peluches y demás juguetes. Aquí todo es orden: el pantalón doblado sobre el respaldo de la silla, la camisa colgada en el armario, el diente bajo la almohada. Qué fácil encontrarlo —hay niños descuidados que los extravían—. Agarra su botín con sigilo y se lo guarda en un saquito. A cambio, deja un recuerdo. El viejo tren de hojalata. Para que avive la memoria de Antonio, consumida por el tiempo.


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