Carcoma

A Julia, por ser la mayor, le tocó tener la cabeza muy bien amueblada. Construyeron para ella una mesa con madera de sensatez. En las patas de las sillas, tornearon sentido común. Y la lija eliminó cualquier fantasía de los estantes para que solo albergaran libros de Ingeniería. De esta manera papá se aseguraba la continuidad en la empresa familiar, tal y como dictaban sus normas. Y así hubiera ocurrido de no ser por las obras del metro, que obligaron a cambiar el itinerario hacia la Universidad. Mi hermana empezó a tomar un autobús en una plaza donde actuaba un malabarista callejero. Nadie se percató de los agujeros ni del serrín que fue dejando como señal. Pero antes de terminar el curso ya se había fugado con el saltimbanqui. Entonces mis padres lo intentaron conmigo. Imposible. No cabía ni una astilla en mi cabeza, siempre llena de pájaros. 

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